SEMBLANZA
FRANCISCO MONTOYA DE LA CRUZ: UNA BREVE SEMBLANZA
Por: Francisco Rugo Montoya Burciaga.
Ciudad de Durango, septiembre de 2016
En la Escuela Mexicana de la Pintura sobresale, por su vasta aptitud en sus expresiones como pintor, escultor y muralista, Francisco Montoya de la Cruz. De su padre Benigno Montoya Muñoz, pintor, escultor y arquitecto, absorbe las primeras lecciones en la talla directa, el dibujo y la pintura.
Era necesario acercarnos, presentar en conjunto y oportunamente al público por medio de un buen número de ilustraciones —así la conciencia artística trasciende a un nuevo valor del arte mexicano y universal- No hemos conocido a un muralista, pintor y escultor de su generación que haya tenido cualidades tan destacadas como las suyas y que pueda presentar una obra de arte tan vigorosa y de potencial creatividad.
Se incluye en la presente monografía lo que nos ha parecido esencial de las ilustraciones indispensables para dar alguna idea de la obra de Francisco Montoya de la Cruz, incluimos un apéndice sobre su trayectoria en que se cuentan los sitios, fechas y acontecimientos notables.
Después de la vasta producción de los pintores muralistas —Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros—, alcanzar los niveles de estos artistas no fue una empresa fácil.
Originario de la Ciudad de Durango, Dgo., Francisco Montoya de la Cruz (1907-1994) estudió en la Academia de San Carlos (actualmente, Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, ENAP-UNAM), en que fue profesor de pintura. Residió en Chicago, Illinois, donde asistió al Instituto de Arte de Chicago.
En 1927 conoce a Diego Rivera cuando pintaba en la Secretaría de Educación Pública (SEP), lo cual le impresionó gratamente al grado de inscribirse en la Academia de San Carlos en 1929, donde estudió cinco años. Ahí se encuentra nuevamente con Diego como discípulo de la institución posteriormente, en 1930 el Lic. Vicente Lombardo Toledano estaría al frente de la Academia como director.
La conformación del régimen posrevolucionario significó el momento histórico que permitió al maestro Montoya de la Cruz externar su deseo de servir a través de su arte. Es su meta, su propósito y su ideal, servir a su patria chica (ideales difíciles de encontrar en la actualidad).
Para entonces, a instancia de Rivera se traslada a Colima en 1934, para decorar el cubo de la escalera del Palacio de Gobierno. En este tiempo su pintura mural observa una fortaleza poco común en su forma de expresarse, aunada a su gran capacidad de síntesis. Su calidad es diferente y muy agradable, que es su textura que deja en la superficie de su murales la que les da un valor estilístico, una técnica propia a sus composiciones plásticas.
De Diego Rivera —su amigo y admirado artista— asimiló las lecciones de composición, color y su técnica.
La obra del maestro Montoya da cuenta de una vida de trabajo, búsqueda, encuentros, reflexiones y aspiraciones —es la lucha de un hombre que, por crear su estilo propio, más que definirse a sí mismo acabó por encontrar su personalidad.
Su pintura mural se caracteriza por ser una representación de hecho histórica con un sentido revolucionario de lucha social. Asimismo, marca vigorosamente el mensaje que señala la importancia al espectador, el beneficio para la especie humana que son el trabajo, la ciencia, la tecnología y la educación, señales del progreso social.
Cuando el maestro Montoya llega a Chicago en 1924 se encuentra con las nuevas tendencias vanguardistas Avant-Garde (1914-1929), movimiento de los más utilizados para el desarrollo del arte en el siglo XX, sea para definir posturas ante el arte y su papel en la sociedad.
En este contexto, Montoya de la Cruz empieza a introducirse en estas tendencias —podemos señalar particularmente el Constructivismo y el Expresionismo, ambos relacionadas con la exactitud en las imágenes de la pintura figurativa, definida con las formas geométricas; corrientes artísticas que favorecieron la expresividad del maestro Montoya.
En 1930 trabaja extensamente en su obra de caballete, pero su orientación había surgido en definitiva hacia el Muralismo, ampliando sus posibilidades plásticas de líneas, formas y color. Lo importante es su capacidad de ser un excelente ‘fresquista’, con sus variados colores de tonos claros o azules, verdes y rojos o, bien, grises, cafés y azules.
De entonces datan los murales al fresco realizados en el Palacio de Gobierno de Colima, en 1934: «Alegoría a la producción agrícola»; y en 1937, en La Casa del Campesino, en Durango, los frescos con temas relativos a la posesión de la tierra; murales que en Durango se utilizo por primera vez la técnica del “fresco”
En la ciudad de Gómez Palacio, Dgo. están los murales relacionados con la Expropiación Petrolera, inaugurados por el mismo Gral. Lázaro Cárdenas. Es conveniente hacer notar que en estos murales es donde el Maestro se expresa con una pincelada más fina para definir los volúmenes y reducir la escala de colores, lo que produce una pintura de mayor fuerza y con una personalidad más precisa.
Decora la antigua Escuela Normal del Estado con diversos frescos con los temas «Sistema feudal», «Imperialismo», «Emancipación de la mujer» y el «Comunismo primitivo».
En 1943, en la ciudad de México en el edificio denominado Posada del Sol realiza los murales al fresco más pequeños del país, de apenas un metro por 60 centímetros, donde ilustra la Historia de México desde su origen hasta la Expropiación Petrolera (18 de marzo de 1938) y un conjunto de seis volcanes que evoca el reciente estallido del Paricutín —en Michoacán en el mismo año—, y recordando la eterna pasión del Dr. Atl (Gerardo Murillo) por las montañas en erupción y el arte pictórico.
El maestro Montoya adopta un esquema emanado de la realidad sociopolítica y económica de México. En este sentido, sus murales le han dado la posibilidad de conjuntar sus dotes de artista creador con su concepción humanista de la Historia, integrando impulsos emocionales subjetivos con su compromiso político de hombre de izquierda que siempre fue.
En su obra monumental está siempre viva la realidad, ya que propone las condiciones circundantes como susceptibles a ser modificadas por sus condiciones mismas, que determinan el devenir del mundo y su capacidad de transformación.
Montoya siempre estuvo convencido por encima de todo lo que representa un paisaje social como el que se agita con inquietud en su mente. No es la fuerza de los hechos, el vigor de las verdades, sino la realidad de lo que él ve y siente; y lo que importa en las creaciones artísticas llamadas sociales no son motivos que el pintor elige como fundamento más que como fondo de su creación plástica, sino la grandeza con que los elementos artísticos puestos en juego humanizan los hechos y realidades que le darán perpetuidad a su obra.
De su producción muralista resalta «La Vida y el Amor», fresco realizado en 1951 en la Ciudad de México, en la casa del Lic. Francisco Quintana.
En el Palacio de Gobierno del Estado de Durango, sus frescos de 1950 con los temas la «Educación», las «Vías de Comunicación» y los «Recursos Naturales y su Transformación».
En la Sala de Gobernadores del mismo Palacio de Zambrano nos encontramos con el extraordinario mural con largo historial de pugnas entre diputados por su desaparición… Éste trata el tema relativo a la «Emancipación de los Obreros».
El maestro Montoya no titubeaba en la selección de los temas con firmeza y, sin duda, originalidad. Sobresale como en otros murales el colorido que le da el Maestro a sus concepciones en el manejo de los colores amarillo, azul y café que le abren con matices ricos, buena concentración pictórica y poder cubriente.
En el grupo mural de 1951 localizado en el ex Palacio Municipal de Durango, o Palacio de Escárzaga (actualmente, Museo de la Ciudad «450»), en el cubo de la escalera aparecen los murales de la «Fundación de Durango», la «Lucha por la Independencia» y los «Maderistas toman la ciudad de Durango», donde su composición, proporción y color, a pesar de que los tres muros que forman este conjunto ostentan diferentes medidas en su extensión, los personajes representados—vistos desde abajo a la distancia— parece que están en un mismo plano y en la misma proporción.
Respecto a la técnica utilizada, fue a la ‹vinelita› —material plástico obtenido del cartón y el oxígeno. Aplicada en paredes de aplanado de cemento, en sus murales nos muestra la importancia del pensamiento y la acción del que los porta; mas, en vez de ángeles, santos, jueces, patriarcas y demás héroes de la Historia Sagrada, los habitantes de sus muros son personajes de la Historia del hombre mexicano.
En los muros que componen su obra nos encontramos con la «Adelita» (1952), en que igualmente utilizó la vinelita. A este mural lo encontramos a la entrada del bar de «Sanborn’s» —la ex Posada «Durán»— en Durango, pincelado sobre tableros de triplay desmontables. Originalmente, esta obra iba a denominarse «Gral. Francisco Villa», propuesta que no se le aceptó, habiendo sido sustituida la imagen del Centauro por la soldadera, que en contenido es un pasaje revolucionario.
Aquí, el maestro Montoya recurre a la descripción de la escena señalando al espectador como figura central a una mujer campesina empuñando un rifle. A sus pies circula el ferrocarril, sobre el que aparecen campesinos armados como símbolo de la lucha armada emprendida por la División del Norte y su comandante.
En la parte superior flotan unos rostros humanos que entonan las notas musicales de «La Adelita», plasmadas por «Chalío» Salas (Rosalío Salas Ceniceros), guitarrista clásico duranguense; El mural en sí representa una simbología con una lectura directa que el observador reconoce con facilidad, el valor conceptual e interpretativo en que se basa la obra.
De 1952 es su «Alegoría al Automóvil del Futuro», fresco ubicado en la Delegación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Durango —un mural poco conocido. Ésta es susceptible de una profunda lectura, pero hay una primera y obvia que es entendible a un público vasto y heterogéneo.
En este mural el Maestro ha creado la visión de un cosmos en ebullición por el que transitan candentes chispazos futuristas obra que expresa la gestión de un mundo nuevo. Su creación es hija de una poderosa imaginación con las vibraciones que se desprenden del color y con un sentido hacia lo monumental.
Observamos que los pigmentos minerales usados son más vivos y las mezclas tienden a ser más vibrantes debido a su pureza, trasparencia natural y concentración de color —los pigmentos utilizados captan mejor las cualidades de color de la luz y la sombra natural.
Otro hecho trascendente dentro de su carrera profesional tuvo lugar en 1952. Radicado desde entonces en la Ciudad de Durango y siempre preocupado por el desarrollo cultural de su entidad, emprende importantes proyectos de investigación artística: uno de ellos es la creación de la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías (EPEA), que nace con la mirada vuelta a las raíces propias para dar paso a la creación que debe realizarse, con la aplicación de los conocimientos de la tecnología más adecuada y moderna en el profundo conocimiento de la tradición y de la realidad actual, y empleando para hacer una obra de arte con esa facultad humana que se llama imaginación, para que a lo largo de los años tenga Durango una artesanía con carácter y estilo propio; y en que la pintura, la escultura, el vidrio, los textiles y la fundición realista formen parte o se integren a un conjunto armónico.
Promueve el museo en su inicio, el primer museo existente en la Ciudad y que en 1973 se convirtió en el Museo de Arqueología e Historia del Estado de Durango, dependiente de la Universidad Juárez del Estado (UJED) —actualmente denominado Museo Regional de Durango «José Ángel Rodríguez Solórzano».
La existencia de la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías significa para el maestro Montoya “La avanzada más importante en los tiempos modernos de las artes plásticas en México en la región norte del país con el esfuerzo y el entusiasmo más vigoroso que he desplegado en mi vida”.
El avance cultural en Durango que le dio la EPEA en el área de artesanías y artes visuales es indudable, y nos preguntamos:
— ¿Cuál es el límite entre arte y artesanía?
Seguramente, depende de nuestro punto de vista sobre los propios objetos a los que llamamos arte o artesanía, producto de la necesidad humana de interpretar el mundo social y natural en que vivimos, con fantasía y con imaginación. No importa mucho si esto se hace de manera individual o colectiva, o si se expresa en piezas artísticas de adorno o útiles para la vida cotidiana. De todas maneras la función es la misma.
Incluir la teoría y la práctica en el vidrio soplado, la cerámica, el grabado y el tejido textil no sólo hizo posible actualizar sus enseñanzas de las artes visuales que son la base de la labor difusora que hace la EPEA. Su obra está anclada en el pensamiento del pueblo; se inspira en lo autóctono, en el arte popular.
Confiesa que la pintura de Diego Rivera fue el arte donde recoge de primera mano la expresión popular que los inspiró a sentir y recrear la realidad mexicana.
El genial artista Francisco Montoya de la Cruz ha dado a la plástica valiosos aportes y bien puede considerársele como un gran innovador en la pintura y las artesanías, no sólo en el aspecto formal sino en la investigación de nuevas técnicas y su aplicación en el desarrollo productivo.
Es necesario fijar la atención en un grupo de obras monumentales, bustos, bajorrelieves, piezas artesanales, todo ese trabajo realizado en bronce y que a nuestro juicio sitúan al Maestro entre los artistas del país más versátiles:
Las imponentes esculturas ecuestres del Gral. Francisco Villa, en las ciudades de Durango y Gómez Palacio, fundidas en 1973, muestra una excelente concepción y proporción como su extraordinario fundido.
El espléndido conjunto de «Juárez y el Estudiante» (1971), al fondo de la Plaza «Cuarto Centenario», se observa en sentido de verdadera monumentalidad, esbeltez, y la línea de su figura que nos muestra desde cualquier ángulo visual se resuelve con el detalle, como es el tratamiento de las manos del Presidente Juárez, lo que añade interés a la obra y la hace extraordinaria.
Las esculturas de Francisco Zarco Mateos, el conjunto de los Hermanos Arrieta, Francisco I. Madero, el aviador Francisco Sarabia y el Gral. Francisco Villa de pie tiene la fuerza por su forma y expresión que reflejan la personalidad que los caracteriza, rasgos propios concebidos de manera que, según el punto de vista, tengan las diversas expresiones y significaciones.
Las diversas esculturas de Montoya de la Cruz diseminadas a lo largo y ancho del país son de espléndido acabado, ya mencionado, junto con otras obras de igual importancia como es la gran cabeza en cantera del Lic. Adolfo López Mateos (1959) ubicada en el Estado de México, de aproximadamente 24 toneladas, ordenada por el gobernador Gustavo Baz Prada.
Con una amplia producción que se encuentra entre las más fructíferas y talentosas que México ha producido, por el contrario en su obra de caballete el elemento irracional y fantasioso nos remite clara y directamente al mundo de la subjetividad.
Quiero hacer por último una reflexión sobre el enlace que fue su tarea profesional en las artes plásticas y su más reciente obra de impulsar las artes sobre su preocupación en esta actividad, porque lo primero parecía colindar con la indiferencia de grupos de la convivencia artística y de quien sólo pensaba en puestos y hacer negocio.
Esto produjo fricciones de opinión que supo llevar serenamente. No fueron los extremos de la controversia estética los que determinaban su desaliento, sino el vacío que encontraba al pretender dedicar sus aportaciones al interés cultural de la comunidad.
Al poner punto final a esta brevísima e incompleta semblanza de un artista, no puedo menos que decir que, no importa el sitio donde en estos momentos se encuentre el Maestro, seguramente transmite en torno su inmarcesible entusiasmo por crear.