venerdì 3 giugno 2011

ALGUNAS RESPUESTAS A LA CARTA ABIERTA...

SIGUE VIVO EL ODIO AL MAESTRO MONTOYA
Guillermo Fabela Quiñones

Es increíble la capacidad de desprecio que se puede guardar, por décadas, contra alguien que durante su vida se caracterizó por su calidad ética, hecho que quienes carecen de ella ven como un perpetuo insulto, que les recuerda de manera inconsciente lo lejos que están de parecerse a quien tienen guardado a piedra y lodo y quisieran que el mundo también lo olvidara. Me refiero al inolvidable duranguense Francisco Montoya de la Cruz, un artista de talla universal que pudo haber tenido iguales reconocimientos que los que tuvieron los grandes pintores de la época de oro de la cultura mexicana, por ejemplo Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siquieros o Rufino Tamayo. Sólo que el maestro Montoya siguió el camino equivocado, que lo fue porque no le reportó reconocimientos y premios, sino desprecio y ninguneo: regresar a su tierra a impulsar la cultura y seguir una incomprendida carrera magisterial que incluso le costó la salud de hierro que tenía.

En Durango dejó una obra muralística de primera importancia, demostrativa del enorme talento que tenía, mismo que pudo haberlo llevado a alturas insospechadas de haber viajado a Europa en vez de regresar a la entonces callada y tranquila ciudad colonial, pero también llena de prejuicios por el peso del arzobispado en la vida social y política del estado. Era obvio que le sería muy difícil al maestro Montoya abrirse paso en una sociedad hundida en el oscurantismo, le hubiera sido mucho más fácil llegar a París, con una mano atrás y otra adelante, y salir bien librado y hasta regresar tiempo después cargado de dólares y admiración. Pero decidió regresar al terruño de sus ancestros y así decidió su fatal destino, que incluso hoy lo sigue como una maldición. ¿Cuál fue su “pecado” para ser tratado como durante años lo ha sido por las autoridades que se han empeñado en ningunearlo y poner una loza sobre su obra? Que fue un hombre de izquierda, consecuente con su ideología, incorruptible, cosa que desagradó mucho al inefable arzobispo don Antonio López Aviña, su contraparte moral.

Es paradójico que quien mejor lo trató, en quien encontró sincero apoyo, fue el gobernador que no era originario de Durango, don Francisco González de la Vega, quien supo aquilatar las virtudes del maestro Montoya y lo estímulo sin condiciones ni formalidades. Lo puso a trabajar, le permitió dar cauce al proyecto de su vida: la Escuela de Pintura y Escultura, y le brindó la oportunidad de mostrar al país que en Durango existía un artista de altos vuelos, y también un maestro con espíritu renacentista que ofrecía a sus alumnos sin mezquindades. Pero lo imperdonable era que además de enseñar artes plásticas, daba lecciones de ciencia política y les abría los ojos a los muchachos que acudían a sus clases. Tal fue mi caso. Eso no se le podía perdonar, no, porque significaba abrir las mentes enajenadas de jóvenes que podían convertirse en enemigos del régimen… o de la Iglesia católica. Y aún ahora se le siguen cobrando cuentas, y con más firmeza a partir de que la derecha vergonzante y atrabiliaria llegó al Palacio de Zambrano encabezada por Ismael Hernández Deras.

Llevado siempre por la fatuidad y una mezquindad enfermiza, Hernández Deras se dedicó a echar tierra sobre la memoria del maestro Montoya. En vez de abrir un museo digno de su estatura, lo ofreció a un “duranguense” que se avergüenza de serlo, independientemente de sus méritos como artista: G. Ceniceros. Con bombo y platillos le entregó un espacio maravilloso: la Ex Hacienda de Ferrería para homenajearlo, como si Ceniceros hubiera hecho algo admirable por Durango. Repito que no pongo en duda sus méritos artísticos, que me parecen de primer nivel, pero nunca a la altura de las cualidades humanas del maestro Montoya, que le fueron ampliamente reconocidas por sus pares, al igual que su talento. Varias veces Diego, y también Siqueiros, lo invitaron a participar en sus giras por otros países, mas el maestro Montoya tenía muy claro su proyecto magisterial y quería regresar a su tierra, y lo logró pero para su desgracia personal, pues cortó una carrera que lo hubiera llevado a las alturas en que se movían los tres grandes.
No deja de ser lamentable que aún hoy se le sigan escatimando sus grandes méritos, se le quiera hundir en el olvido y, lo peor, que su magnífica obra muralística que dejó en Durango, sea atropellada y mancillada como si viviéramos en la Alemania nazi. Este es un crimen de lesa cultura impensable en cualquier otro estado de la República, pero que en Durango puede llevarse a cabo impunemente, porque no existe un gobierno que respete a sus ciudadanos vivos, menos a los muertos, y mucho menos si osaron desobedecer los edictos dictatoriales del arzobispado y del cacicazgo que ancló a Durango en el siglo diecinueve. Es claro, así lo demuestra el caso de los murales en el ex Palacio Municipal, que sigue vivo el viejo espíritu medieval que impusieron en la entidad los poderes fácticos que hicieron de los duranguenses un pueblo adormilado, que ahora es fácil víctima de fuerzas demoníacas.
(gmofavela2010@hotmail.com)


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¿TERRORISMO CULTURAL?
Dr. Salas
No es lo mismo un animal político que un político animal
Fue Aristóteles quien definió al hombre como un animal político ( Zoon politikon) o sea aquel que vive en ciudades, somos pues, los ciudadanos quienes debemos cuidar nuestra ciudad del ataque de los otros animales La síntesis espiritual de u
Con mi más sentido pésame para Paco Rugo Montoya.
Salvador escultor
Con copia para Jorge Herrera Caldera Gobernador de Durango
Con copia para Adrián Soria presidente municipal de Durango
La verdadera inmortalidad de los seres humanos se logra sobre la base de la materialización de la belleza de su espíritu expresada en obras de arte. Las culturas que trascienden en el tiempo son precisamente las que nos han heredado sus obras de arte,
¿Qué nos han heredado los políticos mal asesorados si es que se dejan asesorar? La destrucción despiadada del general Gavira de mas de 30 por ciento de nuestro patrimonio arquitectónico, y en el pasado reciente Las palmeras fálicas eyaculantes ( véalas en la plazoleta de cantarranas o s i Ud. gusta siéntese a observarlas en las bancas de proporciones paquidérmicas que dudo que un elefante pudiera hacerlo dado lo incomodas que son) la “remodelación” de la ex hacienda de la Ferrería modificando el espíritu original con ocurrencias absurdas de meter materiales modernos y convirtiendo el edifico en un auditorio para los acarreados de sus actos públicos y desdeluego poniéndole un domo para que no se asoleen sus acarreados, otro ejemplo de esta línea neo gaviriana es el crimen de lesa arquitectura perpretado en el pasado reciente es el cometido contra el edificio Juana Villalobos que durante un tiempo albergó las instalaciones del ICED, desde luego fue convertido o ¿transformado? Con su respectytivo domo en una especie de angar o taller de aviones de gran envergadura.
De sobra está la herencia de las narcofosas.
Paco Montoya tuvo la valentía de denunciar recientemente el atraco que ha sufrido el ex palacio municipal en 20 de noviembre esquina con Victoria, con el nombre de:
“ LA BRUTAL REMODELACION DEL EX PALACIO MINICIPAL”
que lo puede encontrar en internet, ya que este tipo de comunicados ningún periódico lo publica víctimas del soborno (no todos) mediante el consabido “chayotazo” con tal de no incomodar a sus patrocinadores.
Ahora bien, como por sus obras conoceréis al autor, este tipo de “ocurrencias” de algún burócrata de cualquier sexo “culiatornillado”(*) a su puesto, está ocasionando daños irreparables a nuestro patrimonio tangible.
Sinceramente yo no creo que sean “puntadas” de Adrián o de uno de los Jorges, sino de alguno de sus asesores o asesoras culturales ¿ para que quieren enemigos? están igual o peor que los anteriores de Ismael ¿O son los mismos y yo no me he dado cuenta?
Dañar una obra de arte tan arteramente y sin previo aviso es, uno de los crímenes de lesa cultura que no debemos tolerar más.
Los murales de Francisco Montoya de la Cruz tienen el valor de las obras realizadas por quien fue maestro en el dominio de su técnica, en el sabio manejo del espacio-tiempo puesto que describe parte de la historia de Durango. Mutilar estas obras no solo físicamente sino reduciendo su visibilidad injertando un elevador en la escalera , corresponde, guardadas las ´proporciones a que a alguien se le ocurriera “corregir” las geniales disonancias implícitas en el Bolero de Ravel o agregarle una nota más a las primeras 4 de la quinta sinfonía de Beethoven.
“Matar” en un acto de terrorismo cultural de la mejor cepa del neoGavirismo nuestro patrimonio, es enlutar el espíritu de los Durangueños, por eso, precisamente por eso hermano Paco, acepta mi mas sentido pésame. Me duele mas éste acto porque fue precisamente ahí donde Lupita Antuna, Memo Bravo, Burgos, Manuel Salas y otros conocieron al Maestro Montoya, y también ahí nació la idea de crear la escuela de pintura y escultura de Durango, de la cual fuimos los primeros alumnos, siendo Manuel Salas el primer graduado, hace ya mas de 50 años.
Por otro lado llama la atención el afán de los culiatornillados personajes citados de poner nombres a los edificios, escuelas universidades, centros deportivos que corresponden a heroes o políticos nacionales o locales. El aeropuerto lleva el nombre de Guadalupe Victoria,¿ acaso nuestro coterráneo era piloto aviador?
El estadio de futbol lleva el nombre del gran periodista y legislador Francisco Zarco Mateos ¡ acaso fue un retroémulo del Chicharito?
Por razones mas que obvia el edificio citado debe llevar el nombre del maestro Montoya de la Cruz.
Guadalupe Victoria tiene ya un espléndido monumento, para mi gusto el mas importante de la ciudad hacia la salida a Parral cuya figura del general fue modelada en barro por el Maesto Montoya siendo el modelo uno de nosotros, mi hermano Chano, después este modelo sirvió para relizar la obra en cantera. Como veras paco tenemos mucha historia compartida con tu padre, por eso, precisamente por eso recibe mi mas sentido pésame
(*) Término inventado por Renato Leduc

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